Los seres humanos experimentamos un sinfín de emociones que nos hacen pasar por una una gran variedad de estados anímicos. Dentro de un corto periodo de tiempo, somos capaces de vivenciar emociones negativas, tales como la ansiedad, el estrés o la incertidumbre, y positivas, como la alegría o el júbilo. La gran mayoría de las personas, se sienten abrumadas por estos altibajos emocionales, pensando en el optimismo como única solución para combatir los estados de ánimo pesimistas, que nos acaban limando y desgastando en nuestra vida cotidiana.
Así, son muchos los que tienden a pensar que ser optimista es un estado mental, que subyace al deseo que esa persona tiene de conseguirlo. Pero se pasa por alto que para serlo, las personas tenemos que aprender a ser optimistas. Ante el optimismo, igual que para alcanzar otros estados anímicos, no vale tener una mentalidad pasiva, si no que hay que ejercitar la manera en cómo queremos que se focalicen nuestras emociones, y cómo internamente damos respuestas ante determinadas situaciones, que pueden ser enfrentadas y consideradas desde diferentes puntos de vista.
Martin Seligman, pionero de la psicología positiva, es el creador de la teoría del optimismo aprendido, que propone que, para tener una mentalidad optimista de manera regular, tiene que haber una intencionalidad por parte de nuestra mente en serlo, tiene que haber una predisposición creada. Es un hábito adquirido, supone un trabajo y un esfuerzo que lleva tiempo en dar sus frutos, y lo obtendremos a partir de nuestra experimentación directa con la realidad.
Sin embrago, aquellos que creen que el optimismo es un estado anímico de júbilo continúo, donde la felicidad se perpetúa de manera indefinida, están equivocados. Como el propio Martin Seligman decía “si lo único que tuviéramos fueran emociones positivas, nuestra especie habría muerto hace mucho tiempo”.
De lo que se trata con esta teoría es de regular nuestras emociones, y ser capaces de dar respuestas positivas ante situaciones adversas y desfavorables. Se trata de que ante los inconvenientes y obstáculos que pueden producirse en ocasiones, seamos capaces de ver en ellos un desafío temporal y aprender de ellos. Se trata de ver los retos que pone la vida como una oportunidad para aprender, y sobreponerse a ellos con más fuerza, transformando la experiencia y la emoción inicial negativa, en positiva, que nos sirva para reforzarnos como individuos.
De esta manera, el optimismo aprendido controla los procesos de interpretación que hace nuestra mente, afectando directamente en cómo afrontamos el presente. Si somos capaces de ser constantes en nuestra ejercitación del optimismo aprendido, esto tendrá un impacto positivo, en la manera en la que abordamos la concepción del entorno que nos rodea, y de las situaciones que experimentamos de manera diaria. De la misma manera, nuestra mente se irá equilibrando y pasaremos de tener un revoltijo de emociones que no sabemos cómo controlar, a poder manejarlas y decidir las respuestas de manera consciente que queremos dar, ante determinadas situaciones desfavorables.
Aplicar esta teoría a nivel individual, en nuestra vida diaria, nos dará la sensación de que somos nosotros quienes de verdad controlamos nuestras vidas, decidiendo en qué grado nos afectarán las distintas situaciones a las que nos enfrentemos, ya que, a través del ejercicio mental del optimismo aprendido, dispondremos de las herramientas necesarias para transformar una experiencia negativa, en una posibilidad para aprender.
Pero, ¿cómo podemos lograrlo? ¿A qué mecanismos podemos recurrir para conseguir tornar los pensamientos negativos ante determinadas situaciones, en positivos? Gracias al estilo explicativo, que Seligman y Cristopher Peterson resumen y ejemplifican en las llamadas Las tres P:
Un cambio de mentalidad, un esfuerzo real por cambiar y trabajar nuestros pensamientos y cómo los encauzamos, nos harán ser personas más libres y, sobre todo, más felices. Pero no, como hemos visto, desde un punto de vista de la “felicidad permanente”, que es un estado que no existe, ficticio. Se trata de lograr obtener una estabilidad equilibrando nuestras emociones, previamente entrenadas, para tener la capacidad de poder enfrentar situaciones que nos producen emociones negativas. Solo de esta manera, no solo no seremos capaces de superar victoriosamente las dificultades, si no que, además, obtendremos un aprendizaje y saldremos reforzados de éstas. Como citaba Martin Seligman: “La vida inflige los mismos contratiempos y tragedias tanto en el optimista como en el pesimista, pero el optimista las resiste mejor”.